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Qué debes saber sobre la poda, tan importante como el calendario

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La poda de árboles es un elemento fundamental en el cuidado del arbolado ya sea en jardines privados, huertos familiares o espacios urbanos, y su correcto manejo no depende solo de la técnica, sino también del momento del año en que se realiza.


Por qué la poda es esencial

  • Salud y estructura adecuada: Quitar ramas muertas, enfermas, rotas o mal ubicadas ayuda a evitar enfermedades, plagas, y a reducir el riesgo de caída de ramas que puedan dañar construcciones, cables, o poner en peligro personas.
  • Seguridad y confort: En entornos urbanos o jardines próximos a viviendas, eliminar ramas que rozan con fachadas, tejados, aceras o líneas eléctricas mejora la seguridad y la habitabilidad del entorno.
  • Forma y desarrollo equilibrado: Especialmente en árboles jóvenes, podar para definir la estructura (tronco principal, ramas bien distribuidas) favorece un crecimiento armónico, evitando deformaciones, bifurcaciones inadecuadas o ramas débiles.
  • Longevidad y vigor: Una adecuada gestión del árbol reduce riesgos de enfermedades, facilita la cicatrización de heridas y promueve crecimiento sano y resistente a eventos climatológicos adversos.

En suma, la poda no es un mero detalle ornamental, sino una intervención con consecuencias a medio y largo plazo para la vida del árbol.Por qué la poda es esencial


¿Cuándo conviene podar: la importancia del calendario?

El momento en que se realiza la poda resulta tan decisivo como la propia poda. A continuación, se expone un panorama general basado en los distintos periodos del año y su conveniencia según el tipo de árbol o situación.


Temporada de reposo: la mejor ventana general

Para la mayoría de los árboles de hoja caduca, el final del invierno o comienzos de primavera (antes de que broten hojas) es ideal. En este periodo:

  • Las ramas están claramente visibles al no tener hojas, lo que permite definir con precisión qué ramas eliminar.
  • La cicatrización de cortes se produce de forma más rápida y eficaz gracias al pronto retorno de la savia y crecimiento.
  • La actividad de insectos y hongos patógenos es menor, lo que reduce el riesgo de infecciones. Por ello, los meses comprendidos entre enero y marzo (dependiendo del clima local) son habitualmente los más adecuados para realizar podas estructurales, mantenimiento o rejuvenecimiento.


Excepciones por especie o tipo de poda

No todos los árboles reaccionan igual. Algunas especies, o ciertos tipos de poda, requieren adaptaciones:

  • Árboles con tendencia a perder mucha savia (como arces, abedules, algunos nogales) pueden “sangrar” si se podan cuando la savia está en movimiento. Por ello, a veces conviene esperar hasta que la savia baje de intensidad.
  • Árboles ornamentales o frutales que florecen en madera vieja deben podarse justo después de la floración para no eliminar los brotes que darán flores el siguiente año.
  • En caso de árboles dañados por tormentas, ramas muertas o peligrosas: la poda puede ser necesaria en cualquier momento, sin esperar temporada ideal la seguridad y bienestar del entorno tienen prioridad.

¿Cuándo evitar podar?

Evitar podas intensas en momentos críticos para el árbol:

  • Durante brotación o crecimiento activo (cuando produce hojas y savia): los cortes son más difíciles de cicatrizar, y el árbol puede sufrir pérdidas de savia o desequilibrios energéticos.
  • A finales del verano o en otoño (cuando el árbol empieza a prepararse para la estación fría): una poda drástica puede debilitar al árbol en un momento de escasez de reservas, y reducir su capacidad para afrontar el invierno.
  • Evitar eliminar más de un porcentaje adecuado de la copa quitar demasiado volumen en una sola intervención puede estresar seriamente al árbol.

En general, la regla suele ser: no eliminar más del 15–25 % de la copa en una sola sesión.


Tipos de poda y su propósito

No todas las podas persiguen lo mismo. Dependiendo de la edad del árbol, su uso (ornamental, frutal, sombra, forma) o su estado, conviene aplicar distintos enfoques.

Tipo de poda Objetivo principal Cuándo suele realizarse / con qué periodicidad
Poda de formación Definir estructura: tronco, ramas principales bien distribuidas En árboles jóvenes, al principio de su vida frecuente cada 2–3 años
Poda de mantenimiento Eliminar ramas muertas, cruzadas, mal orientadas; mantener forma equilibrada Cada 3–5 años en árboles maduros; puede requerir intervenciones puntuales si hay daños
Poda de fructificación / floración (en frutales u ornamentales) Mejora de producción de fruta o flores; ventilación interna; mayor penetración de luz Según especie: normalmente tras floración o en período óptimo de reposo invernal
Poda de limpieza o de seguridad Eliminar ramas peligrosas, enfermas o dañadas, garantizar seguridad de entorno En cualquier momento, cuando se detectan ramas comprometidas prioridad alta
Poda de rejuvenecimiento Renovar árboles viejos o mal formados, incentivar brotación y salud general Cuando el árbol presenta deterioros, ramas muertas, exceso de densidad o de sombra interior cada varias décadas, según especie

Buenas prácticas: cómo podar correctamente

Más allá del cuándo, la forma en que se poda influye decisivamente en el resultado. Las siguientes recomendaciones ayudan a asegurar que la poda cumpla su función sin perjudicar al árbol:

  • Hacer los cortes siempre cerca de la base de la rama, en el punto donde nace (el “cuello de la rama”), sin dejar “tocones”. Cortes incorrectos impiden la cicatrización y favorecen enfermedades.
  • No eliminar la parte superior indiscriminadamente (“topping” o despuntado extremo), práctica que genera nuevas ramas débiles y con mala fijación, más propensas a romperse.
  • No eliminar en una sola poda más del 15–25 % de la copa total; demasiado agresivo supone un shock que puede debilitar al árbol.
  • Utilizar herramientas limpias y afiladas, para hacer cortes limpios que cicatricen bien. Entre árbol y árbol, desinfectar las herramientas si hubo ramas enfermas: así se evitan contagios.
  • Planificar la poda según la edad del árbol: en jóvenes, podas frecuentes y ligeras; en adultos, intervenciones más espaciadas y cuidadosas.

Riesgos de una poda mal hecha o en el momento inadecuado

Poda sin criterio o en épocas inoportunas puede acarrear efectos negativos severos:

  • Cortes en brotación o savia activa pueden causar pérdida excesiva de savia (“sangrado”), debilitar el árbol y abrir paso a plagas o enfermedades.
  • Poda intensiva (más del 25% de la copa) puede reducir notablemente la capacidad fotosintética, afectar la reserva energética del árbol, y limitar su capacidad de resistir heladas, sequías o tormentas.
  • Cortes mal ejecutados (dejando tocones, retorciendo madera, sin respetar “cuello de rama”) dificultan la cicatrización, favorecen pudriciones internas y aumentan el riesgo de enfermedades.
  • Ignorar normativa local o de conservación: en algunos lugares, la poda intensiva o talas están reguladas (por ejemplo, para proteger fauna, nidos, o prevenir arboricidios urbanos).


Cómo adaptarse al clima, especie y finalidad

No hay un “calendario universal” que funcione igual para todos los árboles. Lo ideal es adaptar la poda a varios factores:

  • Especie concreta: algunos árboles reaccionan bien a podas en invierno; otros, especialmente los que sangran o los ornamentales con floración, requieren ajustes.
  • Edad y estado del árbol: árboles jóvenes, maduros, frutales, ornamentales o urbanos tienen necesidades distintas.
  • Clima y condiciones locales: en zonas con inviernos suaves o inviernos muy fríos, puede cambiar el periodo de poda óptimo. En entornos urbanos, también hay que considerar normativa local, fauna y seguridad.
  • Objetivo de la poda: si el propósito es estructura, fructificación, seguridad o rejuvenecimiento cada objetivo altera cuándo y cómo intervenir.

En consecuencia, un buen plan de mantenimiento debe contemplar un ciclo de evaluación:

examinar el árbol, decidir objetivos, decidir tipo de poda, época adecuada, y aplicar técnica correcta.


Recomendaciones prácticas para quienes gestionan jardines o espacios con árboles

  1. Programar podas estructurales en invierno entre enero y marzo, cuando los árboles están inactivos.
  2. Revisar periódicamente si hay ramas muertas, enfermas o peligrosas; actuar de inmediato si hay riesgo, sin esperar a temporada ideal.
  3. Documentarse sobre la especie específica antes de podar: algunos árboles tienen características particulares (savia, floración, sensibilidad).
  4. No excederse al recortar la copa: nunca más del 15–25 % en una sola intervención.
  5. Usar herramientas adecuadas, limpias y afiladas; además de protegerse con el equipo necesario si la poda implica ramas grandes.
  6. Considerar contratar a un arborista profesional si el árbol es grande, viejo, frutal o tiene complicaciones estructurales: su conocimiento técnico y experiencia garantizan mejores resultados.

Realizar una poda eficaz no es simplemente cortar ramas al azar, sino combinar conocimiento del árbol, elección del momento, técnica adecuada y objetivos claros. Solo así puede garantizarse que el árbol crezca fuerte, sano, equilibrado y seguro.

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